Todos confinados en un recinto, pero a su vez aislados y sometidos, sin comunicación con el exterior y mucho menos entre ellos, con raciones controladas de alimentos y agua. luz eléctrica, casi nunca. Luz del sol, mucho menos. Si se trata de libros, solo la biblia y previa revisión exhaustiva, visitas solo unos pocos minutos, a través de un grueso vidrio y con “supervisión oficial”. Sin tratamiento médico, ni asistencial y, si de vigilancia se trata, las 24 horas y con esbirros encapuchados y sin nombre para que no puedan identificar a los abusadores. Esa es parte de la realidad que enfrentan los presos políticos y sus familias en el campo de concentración diseñado por Maduro en el Rodeo I.
Toda dictadura de corte militarista sueña con tener su propio campo de concentración destinado a los enemigos políticos, esto para nada es nuevo en el mundo, y tampoco lo ha sido en Venezuela, ni antes ni ahora. Rómulo Betancourt en 1952 publicó en Santiago de Chile con la colaboración de Editorial Roma, un ensayo al que denominó “Doble faz de una política: Campos de Concentración para los venezolanos y Millones de Dólares para las Compañías Petroleras”, de donde se desprende el espeluznante relato de lo que en aquellos años vivían los presos políticos en la cárcel de Guasina, hechos que fueron revelados a escala global en su momento por la revista TIME.
«Putin, Díaz Canel y acá Maduro, son algunos de los dictadores contemporáneos que, al mejor estilo nazi y soviético, mantienen vigentes campos de concentración en el planeta»
Betancourt denunciaba que “En América, continente de libertar, está funcionando una versión tropical, selvática, de ese Dachau que como un remordimiento se tatuó en la conciencia universal. Está ubicado en un país cuyo gobierno prepara afanosamente edificios y hoteles para albergar a los delegados de la Décima Conferencia Interamericana …Ese campo de concentración está situado en la jungla orinoqueña, en un islote perdido entre las selvas, sobre una tierra donde Venezuela deja de ser nación para devenir geografía, inhollada por la planta del hombre. Se llama Guasina esa nueva isla del Diablo … La revista Time dice, es una ciénaga de cuatro millas de largo, 70 millas mas arriba de la boca principal del Orinoco … Hace cuatro meses, con algunos cuatro mil secuestrados políticos abarrotando las cárceles del país, resolvió la Junta denominada por los coroneles Pérez Jiménez y Llovera Páez la apertura del campo de concentración de Guasina … Trescientos cincuenta hombres sacados de las cárceles de Caracas fueron arrojados en la fétida sentina de un pequeño barco costero, para hacer el viaje de ocho días alrededor de la costa y el río arriba, hacia la isla … Médicos, abogados, comerciantes, líderes obreros, estudiantes universitarios y periodistas fueron organizados en brigadas de peones carreteros, cortadores de matorrales, cargadores de leños, embarcadores de arena. El senador Simón Ferrer y el abogado Pedro Roa González, ambos magros, enfermizos, físicamente incapacitados para tales faenas están entre esos setecientos confinados a la nueva Cayena.”
Entre las denuncias de aquel terrible episodio histórico se documentó, que los mismos presos fueron obligados a construir algunas de las edificaciones donde los mantenían confinados, no faltó el hambre, las enfermedades de toda índole y la muerte de muchos que no sobrevivieron al paludismo y las torturas.
Urge una necesidad de incorporar el color a los relatos e imágenes en blanco y negro, que suelen hacernos creer que los campos de concentración son temas de un oscuro y superado pasado. El asunto es actual, está vigente y ocurriendo frente a nuestras narices. Putin, Díaz Canel y acá Maduro, son algunos de los dictadores contemporáneos que, al mejor estilo nazi y soviético, mantienen vigentes campos de concentración en el planeta, y El Rodeo I recoge y reproduce el concepto de los peores recintos en los que la penalidad (ya ilegal e ilegítima), se aparta de cualquier racionalidad y solo reproduce el odio y la maldad de sus creadores.
Siempre he creído en la necesidad de masificación del relato histórico es un antídoto contra los autoritarismos. Gran parte de las generaciones que crecieron durante el periodo democrático 1958-1998, probablemente jamás escucharon hablar de Guasina, y por ello no es poco frecuente escuchar y leer algunos comentarios de añoranza y elogio al régimen oprobioso y criminal de Pérez Jiménez. Esto también se vio reflejado en la aceptación que en su momento tuvo Chávez, a partir del tramposo argumento de que Venezuela necesitaba una “gorra” un militar que pusiera orden.
Que no vuelva a pasar, cuando todo este horror sea parte del pasado, que nunca más la sociedad confíe su destino a autoritarios y mucho menos a sistemas cuyo sostén sea la fuerza de las armas y no la razón. El Rodeo repite el esquema de Guasina. Cientos de venezolanos sufren la maldad impuesta desde el poder que regodea en causar daño, y todo esto a color, en máxima definición y con calidad digital. No olvidemos a quienes lo sufren.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.